Frases de Pensamientos
Alguien que te quiera por lo que eres, que no intente cambiarte, que acepte todas y cada una de tus manías y sea capaz de enamorarse de ellas. Alguien que tenga claro que eres así y que, precisamente por eso, se enamore de ti.
Por Alejandro Ordóñez
Ciego es aquel que no ve que si no la cuida él, terminará cuidándola otro, por mucho que ella sepa cuidarse sola, el amor se demuestra cada día.
Por Alejandro Ordóñez
Se creen que lo que enseña es lo más sexy que tiene. Olvidan que la piel, solo es piel, que lo mejor lo lleva dentro y, si tienes suerte y confía en ti, tal vez te deje mirar más allá de todas sus barreras. Y joder, no compares un escote con poder abrazar la desnudez de su alma. Eso sí que es sexy.
Por Alejandro Ordóñez
Siempre cuidarás a quien te importa, aunque al final sea a ti a quien más le pueda llegar a doler.
Por Alejandro Ordóñez
Quédate con quien te demuestre que te elige cada día.
Por Alejandro Ordóñez
El amor se siente hasta en los huesos o no es amor. Se hace en cada beso, en cada mirada y en cada te quiero. Se da todo, siempre. Porque amar sin darlo todo es beber de un vaso vacío que nunca sacia tu sed.
Por Alejandro Ordóñez
Habitamos las heridas a pesar de saber que nuestro hogar está con quien nos hace reir, nunca llorar. Y así nos va.
Por Alejandro Ordóñez
He aprendido por las malas que, al final, una pequeña mentira hace mucho más daño que una gran verdad.
Por Alejandro Ordóñez
No me da miedo el amor, si no lo que algunas personas hacen con tu corazón cuando por fin confías en alguien de nuevo.
Por Alejandro Ordóñez
Es difícil confiar de nuevo cuando te han fallado tanto que aún hoy sigues curando las heridas.
Por Alejandro Ordóñez
Con el tiempo te pones más la coraza y cada vez te la quitas menos…
Por Alejandro Ordóñez
Será que la vida es un juego en el que hasta ahora, has ido perdiendo, sin darte cuenta siquiera, sin merecerlo.
Por Alejandro Ordóñez
Hoy lo daría todo por volver a ahogarme en uno de tus abrazos.
Por Alejandro Ordóñez
Hay lugares de su alma en los que nunca ha entrado nadie, ni siquiera ella.
Por Alejandro Ordóñez