Ojalá fuera capaz de mirarte fijamente a los ojos y dejar salir tanto sentimiento que provocas en mí. Sin embargo, termino siempre sonriendo y besando con la esperanza de que ese beso sea capaz de contarte todo lo que calla mi silencio.
Nunca me faltes.
Me tiembla la voz y a veces ni siquiera sé dónde dejé las palabras. No importa que me las lleve aprendidas de casa porque es mirarte y olvidar incluso el camino de salida de esos ojos verdes tuyos que me esperan siempre bailando en secreto, al ritmo de todo lo que te quiero decir y tú ya sabes.
O eso creo.
Porque nunca preguntas y sonríes al verme perdido una vez más en tu mirada tratando de juntar un par de frases con sentido que no me hagan parecer un idiota. Supongo que por eso tus ojos ríen cuando desisto y me acerco buscando tus labios en la derrota, tratando de besar con acento de “nunca me faltes” para que, cuando estés sola en tu casa y pienses en mí, recuerdes que no es que no sepa qué decir… es que, simplemente, me dejas sin palabras.
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