Pasan los años y el sentimiento sigue siendo el mismo. A pesar del tiempo, de los daños. A pesar del momento que cada uno estemos viviendo o del peso de las decisiones que hayamos tomado. Llega la navidad y es imposible no dejar todo lo malo en un segundo plano y centrarse en la familia y en los amigos que nunca fallan. Y así, durante una días, el mundo parece un poco menos malo y se nos alegra la vida a base de sonrisas, regalos y fuertes abrazos.
Es algo… mágico.
Reencuentros, besos, deseos. Nuevos miembros en la familia y ausencias que se notan más que nunca. Huecos vacíos en la mesa que duelen, pero que ayudan a apreciar un poquito más la importancia de los momentos.
La navidad, te guste más o menos, siempre trae recuerdos del pasado, historias terminadas o incluso con finales por escribir. Te cambia el humor, te saca sonrisas y te sientes, si cabe, un poquito más feliz.
Por eso, por muy duro que haya sido el año, cuando llega la navidad nos sentimos liberados. Cerramos ciclos, ponemos puntos finales a periodos de lucha, de esfuerzo, que pudieron salir mejor o peor y nos llena cierta sensación de libertad, de principios por escribir e historias nuevas que vivir.
Siempre nos quedará aquello de “el año que viene será mejor”, y con ese pensamiento enterramos casi todos los problemas de un año para otro.
Por eso, a todos nos gusta la navidad. Ya sea por los momentos felices en familia o por los puntos y finales que supone, la navidad siempre trae algo para cada uno de nosotros.
Feliz navidad a todos.
Me ha hecho reflexionar sobre mis propios recuerdos navideños. Este año estoy pensando en nuevos planes de navidad con amigas, y se me ocurre que podríamos hacer una sesión de fotos navideñas en un estudio selfie en Barcelona. Sería una forma divertida de capturar el espíritu festivo y crear nuevos recuerdos juntas)))