Yo no sabía que llegarías, no sabía que romperías las barreras levantadas en las huidas de otros corazones antes de ti. No conocía el poder de un beso, el calor del fuego de tus labios cuando rozaste los míos y robaste del cielo el brillo de la luna, para posarla en mis ojos cuando nuestras miradas se encontraron.
Yo no sabía de las noches a oscuras
Yo no sabía que se podía amar tanto sin esperar nada a cambio, no sabía de las horas que uno puede pasar mirando a ninguna parte recordando tu sonrisa, recordando el sonido de tu risa, el eco de la misma rebotando en las paredes de mi pecho, dándole el aire a mis pulmones con el que seguir viviendo.
Yo no sabía de las noches a oscuras abrazando el universo, rodeando con mis brazos los latidos de tu corazón cuando, dormida, el sueño te vence y se vuelve noche el día y las estrellas bailan al ritmo pausado de tu respiración.
No sabía de las ganas de mi propio pecho de unirse a la danza, buscando el ritmo de forma inconsciente mientras mi cabeza da vueltas en torno a ti, cómo no, alrededor de esta felicidad de seda que me roza el alma cada vez que te tengo cerca.
Yo no sabía de los amaneceres que dependen de tu despertar, de los días de lluvia cuando tus ojos lloran. No conocía el viento huracanado de tu llanto, ni la luz cegadora que tu sonrisa provoca cuando el sol se muere de envidia, cuando se ve obligado a brillar como nunca para no verse eclipsado por tanta luz, por tanta belleza que nace de ti.
Yo no sabía de esos ojos. No sabía de la perdición que encierran cuando miras, cuando me haces perderme en su verde pradera y me encuentras siempre en el mismo lugar, mirándote embobado y sin saber muy bien qué decir.
Yo no sabía… yo no sabía de ti.
No sabía de tus andares, de tus labios. No sabía amar como te amo. No sabía nada y ahora aprendo, ahora vivo por fin.
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