No sé qué tiene tu sonrisa, que me vuelve loco y no me deja pensar. Es verte sonreír y sentir que el mundo gira en torno a ti. Por mucho que tenga los pies en el suelo, vuelo a tu alrededor impulsado por cálidas corrientes de aire que nacen de tu voz. Como si tú fueras el destino de cualquiera de mis viajes, el lugar al que mis pasos me lleven sin poder cambiar el rumbo.
Y yo no soy más que aquel que te busca en cada paso, feliz de saber que contigo todo es diferente a lo ya vivido. Creas adicción y me declaro adicto. A ti, a todo lo que tiene que ver contigo. Porque no hay día en el que no dé las gracias por tenerte siempre a mi lado. Eres la luz que me guía en mis días más oscuros, en mis noches en vela, en los peligros de un mundo que se ha vuelto un poco menos malo desde que te tengo conmigo.
Quizá un día me faltes, quién sabe. Tal vez haya un mañana en el que no te tenga en mi vida y tú camines sola, o quizá en otros brazos. Que nuestros senderos se separen y no haya vuelta atrás. Quizá tenga que aprender a vivir una vez más sin ti. Y lo conseguiré, claro que sí. Pero, sinceramente, no quiero que ese día llegue. Prefiero mil veces más seguir compartiendo momentos contigo que perdiendo el tiempo lejos de ti.
Quizá un día me faltes, quién sabe
Ojalá tengas claro lo mucho que me importas, lo mucho que te quiero. Ojalá no haya duda alguna y entiendas que todo lo que hago, por equivocado que esté, lo hago pensando en nosotros. Así que siempre habrá inocencia en los tropiezos y unas ganas imparables de volver a levantarme de nuevo.
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